El atentado que sufrió el día de ayer la Senadora Citlalli Hernández es un acto inadmisible y completamente repudiable, este acto no solamente daña la vida política del país, sino que, afecta directamente al tejido social. Si bien, el clima de violencia por el que atraviesa México ha sido una cruz para muchos de nosotros en nuestro día a día, este hecho no debe de interpretarse como algo meramente surgido del ambiente de violencia, sino que es pertinente plantearlo desde el actual contexto político y social.
Parece lejano el llamado de aquel 01 de Julio de 2018 donde se convocaba a la unidad del país a fin del crecimiento de nuestra democracia, así como en pro de ir juntos como sociedad a un nuevo camino en nuestra historia.
Es innegable, que la política en este momento, se encuentra determinada a partir de la polarización, los constantes golpeteos y fricciones entre las fuerzas políticas, que ha derivado en un ambiente hostil entre ellos.
Por un lado, tenemos al Presidente descalificando y propiciando un conflicto hacia aquellos que cuestionan sus acciones, esto, mediante conferencias diarias que se han convertido en el principal medio de masificación de conductas políticas y de un modo claro de percibir la política de manera “ideal” para nosotros.
En el lado contrario, se halla una oposición partidaria que sus acciones están encaminadas a reventar cualquiera que sea el posicionamiento del Presidente, enganchándose en una narrativa de intolerancia que parece no tener fin.
Esta oposición no se ha dado cuenta que su labor es la de recopilar y canalizar los problemas más importantes de la sociedad y que no están siendo atendidos por el actual régimen, teniendo como resultado, una política de oposición atrasada al contexto y poco efectiva para el ciudadano.
Todo ello, sumado al desencanto que existe hacia la representación política, así como las propias condiciones económicas de nuestro país, da como resultado sociedades egoístas y poco tolerantes, donde estas conductas se ven normalizadas, bajo la lógica de “yo tengo la razón y estas equivocado”.
Es claro que el cambio político conlleva nuevos retos y nuevas maneras de concebir a la política, sin embargo, la actual dinámica de la polarización, trae consigo conductas que afectan a la idea del pluralismo ideológico, teniendo como versiones principales a las verdades absolutas.
Parece descabellado decir, en estos momentos, México es un país de extremismos políticos, si bien, no tenemos la existencia de partidos que fomente el extremismo de la Derecha o la Izquierda, esto no quiere que en las conductas sociales y políticas no se presente la intolerancia entre las ideologías.
El principal reto para la política y las instituciones en la actualidad, es la creación de valores democráticos mediante la deliberación, donde como señala James Faron:
la deliberación sea la formadora de cultura cívica, donde lo que nos importa, pueda exponerse y poder llegar a consensos, dejando a un lado la violencia, así como la intolerancia.
Así mismo, para los partidos políticos principalmente, es necesario adaptarse a la cultura de la deliberación, ya que como expone Chantal Mouffe, en su teoría del agonismo, “las Fuerzas Políticas deben de reconocer su legitimidad, para percibirse como rivales y no como enemigos”.
El atentado en contra de la Senadora debe generar reflexión en torno a las conductas que estamos llevando a cabo a nivel político y social ¿es necesario estar cuestionando y delegar culpas a quienes votaron por Andrés Manuel López Obrador? o ¿categorizar como “vendepatrias” a quienes ven el PRI o PAN como una opción política? o ¿generar verdades absolutas que no permiten conocer que piensa el otro y cuáles son las inquietudes?
La realidad es que la política debe de ser siempre un estado de cuestionamiento, donde podamos ver que las decisiones sean para el bien común, al final, esa persona a la que llamas “fifí” o “chairo” sale todos los días como tú, a trabajar o estudiar para mejorar sus condiciones.
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